En el gran rompecabezas de conceptos que contribuyeron a la formación de esta cultura, las partes más antiguas nos dan una pista sobre la naturaleza de estas prácticas: siempre hay más de lo que se ve a simple vista.
Las raíces de nuestro movimiento se remontan al amanecer de nuestra conciencia, y nos cuentan una historia mucho más interesante que la que nos dijeron o nos hicieron creer.
Hoy en día, pensamos en la música, la danza, nuestras reuniones y rituales colectivos como algo relacionado simplemente con la diversión, el entretenimiento o costumbres prescindibles que no nos brindan más que una experiencia superficial. Pero, en sus inicios, fueron mucho más que eso.
Estos raros accidentes de causalidad son, en realidad, herramientas que desarrollamos por la necesidad de encontrar una forma de comunicarnos y conectarnos, una forma de convertirnos en un todo, capaz de hacer cosas más grandes.
La música y la danza son una posibilidad de un lenguaje diferente, paralelo al que tenemos con las palabras. Sirven como una puerta hacia nuevas dimensiones y posibilidades. Si bien nuestro lenguaje verbal juega un papel vital en nuestras conexiones e interacciones, existen muchos niveles diferentes de comunicación. Hay cosas que no se pueden explicar con palabras, solo se pueden mostrar.
En las antiguas filosofías misteriosas, se creía que la música transmitía un mensaje profético que revelaba una forma de vida superior hacia la que la humanidad debía evolucionar.
Los griegos creían que a través del lenguaje musical, se podía alcanzar instantáneamente las profundidades de la conciencia humana, con la cualidad añadida de que este mensaje podía ser comprendido por todas las personas, independientemente de sus peculiaridades. Se creía que el fenómeno de la música se desarrollaba en un espacio misterioso que no era ni aquí ni allá, sino que flotaba entre el espíritu y la materia.
Esta idea fue heredada y preservada dentro de diversas corrientes místicas, donde se interpretaba que la música era una sustancia alquímica que servía como mensajera entre diferentes planos: arriba y abajo, espacio y tiempo, espíritu y materia.
Por supuesto, estas son solo interpretaciones, y en la mentalidad actual que impone la sociedad, pueden parecer un tanto fantasiosas. Pero la situación sigue siendo la misma. Nuestro concepto de las cosas ha sido simplificado, volviéndose menos complejo, menos relevante, y en muchos casos, no es una coincidencia. Poco a poco, estos conceptos se han convertido en una caricatura de sí mismos, y casi nada queda de lo que los hizo grandes y revolucionarios.
Vemos cómo la danza se está convirtiendo lentamente en una serie de movimientos prediseñados que las personas repiten simplemente frente a una pantalla para conseguir "me gusta" en una app superficial. Vemos cómo nuestras fiestas y rituales colectivos se han convertido en el epítome del adormecimiento mental y la superficialidad. Vemos cómo prácticas que antes nos hicieron capaces de grandes cosas ahora están siendo reemplazadas por hedonismo e ignorancia. En algún momento, debemos resistir esto.
Si miramos hacia atrás en la historia, podemos ver que reunirnos alrededor del fuego para bailar, hacer música y expresarnos es algo profundamente arraigado en el ser humano, algo casi religioso. Cuando se hace bien, puede ser una de las formas más puras de magia, y es una necesidad de nuestra alma.
Estos rituales, estos espacios donde nos reunimos para comulgar a través de la música y la danza, son vitales para nuestra especie y deben prevalecer. Debemos recordar lo que se ha olvidado y abrir nuestras mentes para encontrar lo que nos han ocultado. Encontrémonos para mantener viva este legado de magia. Tal vez entonces descubramos la próxima fase.

Esta es la Cultura Rave UM. Bienvenidos a la Resistencia Musical.
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